La porción de Vayigash
comienza con lo que parece ser una confrontación entre Yehuda y Yosef.
En este punto de la
historia, Yehuda cree que Yosef es simplemente el segundo al mando después del
Faraón y al hablar con él dice estas palabras interesantes: “Permítame hablar
palabras a sus oídos”. Esta especificación de hablar a los oídos es extraña,
porque cuando hablamos con alguien, están escuchando con los oídos. Entonces,
¿cuál es el propósito de Yehuda al mencionar el hecho de que, mientras habla,
va a hablar a los oídos de Yosef?
Los kabbalistas explican
que esta es una enseñanza muy importante que también es verdad para la mayoría
de nosotros, o para todos nosotros.
Antes de que comencemos a
estudiar y entender, básicamente no tenemos idea acerca de por qué las cosas
suceden, qué se supone que debemos hacer al respecto, cómo se supone que
cambiemos y así sucesivamente. Hay tantas preguntas sin responder. Luego una
persona inicia sus estudios espirituales, y quizás un poco de su trabajo
espiritual, y comienza a obtener respuestas; entiende por qué las cosas
ocurren, cómo debe cambiar y específicamente en qué áreas debe cambiar y
enfocarse. Y la mayoría de las personas cree que esta es una gran parte del
proceso espiritual, pero la realidad es que es tan sólo una pequeña parte de
ello.
Conocer las áreas en las
que necesitamos trabajar y qué aspectos de nosotros necesitamos cambiar es una
parte muy pequeña del trabajo. Esa es la razón por la que usamos el término
“práctica espiritual”. No podemos, a menos en nuestro tiempo, escuchar algo o
entender algo y esperar a que ocurra inmediatamente, sin importar cuánto lo
deseemos.
Pero ¿por qué es esto verdad?
Hay una sección en el
Talmud que usa la palabra lev, corazón, para hablar acerca de la capacidad de
cualquier individuo para poder no sólo retener el conocimiento, sino retener el
cambio. Y el Talmud quiere señalar cómo el mundo ha llegado a un estado en el
que cada vez menos personas tienen la capacidad de retener el cambio.
Dice: “El
corazón de los sabios, de las grandes almas que vinieron antes, era del tamaño
de un gran salón. Y la capacidad del corazón de aquellos que vinieron en las
siguientes generaciones es del tamaño de una habitación”. De las generaciones
siguientes, de hace 2000 años, dice: “Y nuestro corazón es tan grande como un
alfiler”.
El tamaño de nuestro
corazón se ha degradado con el tiempo. Esto es un poco triste, pero es
importante que lo sepamos, porque es posible que esto pueda cambiar la forma en
la que vemos la intensidad con la que tenemos que practicar el trabajo
espiritual.
Y esto explica por qué. Si hablabas con Rav Akivá y le decías sólo
una vez: “Tienes un problema con la ira”, que sabemos que era cierto, su
corazón era tan amplio y su capacidad para retener ese conocimiento era tan
fuerte que podía cambiar en un momento. Pero ¿cuántas veces tenemos que
repetirnos a nosotros mismos algo para cambiar? Miles de veces, lo cual no es
ni bueno ni malo, es sólo un hecho. Por ende, si entendemos esto, nos damos
cuenta que es descabellado pensar que escuchar algo cientos de veces es
suficiente para cambiarnos.
Es la realidad de nuestra
generación y de quienes somos, que nuestro corazón y nuestra capacidad para
retener el conocimiento para cambiar son muy pequeños. Esa es la razón por la
cual tenemos que seguir estudiando, practicando y esforzándonos por las mismas
cosas una y otra vez.
“Hace diez años supe que
tengo un problema con la ira y con ser reactivo. Pero sigo enfocándome en ello,
porque mi corazón es pequeño. Mi capacidad para retener el conocimiento para
cambiar es pequeña. Así que necesito a mis maestros, amigos, y necesito de mí
mismo para continuar recordando lo mismo una y otra vez”.
Porque retenemos más
enseñanzas y conocimiento que no nos llevarán al cambio. Cada vez que escuchas,
cada vez que entiendes, cada vez que recibes sabiduría, recuerda que retienes
sólo una pequeña fracción de eso para cambiar. Para el propósito de cambiar el
corazón es pequeño, y por ello debe haber una práctica y recordatorios
constantes.
Michael Berg
http://www.michaelberg.net/es/articles/el-coraz%C3%B3n-es-peque%C3%B1o