viernes, 25 de junio de 2010

Junio 25, 2010. Necesita más amor


VIERNES, 25 DE JUNIO DE 2010


Más amor.Eso es lo que el mundo necesita ahora.


No dejes que pase el día sin que le digas a alguien que lo amas.


Yehuda Berg

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Hace poco conseguí un libro que no buscaba, pero que me enamoró con su portada. Se llama "Cuentos de los Sabios de la India". Me encantan esos libros de cuentos cortos que se adaptan a mi vida apresurada... =)


Al azar, abrí sus páginas y me encontré una historia que se llama "Sati" que hace referencia al sacrificio de la viuda en la pira funeraria de su difunto esposo, algo que entiendo era totalmente lo esperado ante el suceso... =O


Y dice algo así (extractado por su extensión):


Salila era viuda y no había tenido hijos. Cuando atravesaba el pueblo, su velo blanco apartaba a las mujeres. temían a la suerte que había golpeado con dureza, e imaginaban que su destino pudiera alcanzarlas como una araña voraz, que abandona su presa agotada para alimentarse de nuevas carnes plenas. Los hombres bajaban los ojos, la llamaban "madre", a ella cuyo sufrimiento era precisamente no serlo. Ninguno quería ver su rostro tan joven, su cuerpo jugoso, su vida ardiente, ya que no habrían podido casarse con ella sin contaminarse gravemente. Preferían no saber, no mirar, no ver.


Salila perturbaba: estaba viva cuando su vida había terminado ¿Porqué no se había arrojado a las llamas de la pira funeraria de su esposo? No había podido, ni querido ¿Porqué iba a morir ella tan joven casada con un viejo porqué el había aceptado sin dote su belleza adolescente? ¿El matrimonio no era nada más que ese regateo?


Niña aún, apenas núbil, fue empujada fuera del hogar familiar, adornada con pesadas joyas que rasgaron sus orejas y desgarraron su cuello. La vistieron con tantas capas de velo y de seda rojos que casi se asfixia. Mil guirnaldas doradas recubrieron su miedo de chiquilla. Lloró. sollozó bajo las miradas y los movimientos de cabeza satisfechos. Nadie vino a tenderle una mano, a decirle "Ven, se acabó, no llores más"


Así se consumó la boda y un matrimonio en el que reinaba el silencio y ella procuraba ser invisible, refugiándose en la cocina y en las labores domésticas, pero al caer la noche el viejo la volvía a dejar sin ningún espacio para su propia vida.


Un día el viejo murió, y el pueblo la culpó, ella era demasiado joven para el y seguro su impulso adolescente le habría extinto lo que le restaba de vitalidad. Por supuesto todos esperaron que ella consumase el sati frente a la pira, pero ella no pudo hacerlo, por lo que fue profundamente rechazada por el pueblo y aún por su familia de origen, donde hasta su padre la expulsó, manteniéndole su puerta cerrada por haberles avergonzado al no haber rechazado seguir a su marido hasta la muerte.


Así empezó su vagar, donde nadie quería ni verle ni acercarse, tuvo que empezar a vivir de recoger boñigas de vaca que mezcladas con paja se usaba para combustible en las casas, pudo hacerlo porque un brahmán explicó que el fuego purificaría la polución de que las manos de Salila la hubiesen tocado...


Nadie volvió a mirar a Salila. A veces ella pensaba que hubiera sido mejor arder con su marido antes que tener que vivir con un fantasma solitario y doliente.


Así pasaba su vida, olvidaba comer , se desmoronaba de cansancio pero a veces no podía ni dormir.


Aquella noche, a la orilla del río, caminaba también un extranjero. Su piel era tan oscura que tenía reflejos azules. Posó su mirada profunda sobre Salila y se atrevió a sonreir. Ella se sonrojó, palideció, bajó los ojos, encogió los hombros, deslizó el faldón de su sari hasta taparse la caray corrió a su chábola. La jornada siguiente fue liviana. Salila no se atrevió a cantar, pero del fondo de su memoria, le llegaron las melodías de su infancia. La noche volvió deprisa, al final de un día sin sufrimiento. Cuando por la tarde colocó ante ella la hoja de banano, adornada con un poco de arroz se asombró de que su corazón estuviera abierto. Volvió a ver el rostro sonriente y descubrió que era feliz porque había existido durante un instante.

No volvió a ver al hombre, pero entonces ella decidió ir a Vrindavan, la ciudad de las viudas donde juntas, se sentían menos solas.


Una mañana los vio de nuevo. Parecía cansado. Sus miradas se cruzaron, el le sonrió, ella le sonrió y le contempló embelesada. después se atrevió a acercarse a él:

- ¿Quien eres? ¿Cual es tu nombre? ¿De donde eres??

La miró amablemente, le sonrió una vez más, pero no contestó: era de otro lugar y parecía no entender su lengua. ella le bajó la cabeza y dijo señalando su cuerpo:


- Me llaman Salila: "lágrima"


La saludó de una manera extraña, sin duda la manera de su país. pero en su gesto había respeto, quizás también ternura. Una oleada de vida la recorrió. Y cada uno siguió su camino.


Al día siguiente, se acercó al río para lavar su cuerpo y sus harapos. El estaba allí. temblando de fiebre. ella se aproximó con un cuenco de agua, mojó el faldón de su andrajoso vestido para refrescarle la frente y le hizo beber. el sonrió de nuevo, tomó su mano, murmuró "Salila" y, a la luz del amanecer, se durmió para siempre.


Ella permaneció largo tiempo a la orilla del río. Con la cabeza del hombre sonriente colocada sobre sus rodillas, con su mano asida, le cantaba las canciones de su infancia. Una flauta cercana parecía acompañar su voz. Cuando el sol se volvió ardiente, se levantó decidida, fue a recoger leña, corrió a comprar un poco de aceite con las monedillas que le quedaban, tomó un baño, rezó junto a él, apiló la leña, encendió el fuego. Entonces, con una sonrisa en los labios, se tendió a su lado, en la luz.


¡Que poquito y cuánto! =..( ...todo lo que se necesita, es amor.


Shabbat Shalom al caer la noche.


Prana Pascual


Cuento extractado por extensión del libro "Cuentos de los sabios de la India" de Martine Quentric-Séguy. Ediciones Sigueme.