domingo, 4 de octubre de 2020

El dolor que no te aqueja


Si tu tuvieras que pedir misericordia en tu vida, es decir, la luz de procesos suaves, no tan dolorosos, claros en su mensaje y tu con entendimiento y apertura para captarlos si es posible a la primera ¿Qué pedirías?

En Sukkot llenamos nuestra vasija justo de esa Luz, la llamada Or de Jasadim, la que endulza los juicios humanos.

La verdad, esa es una pregunta muy difícil de contestar en la vida real, porque mientras recorremos escenarios hipotéticos, no tenemos noción de los resquicios por donde la vida puede sorprendernos, los dolores in-imaginados o que simplemente somos incapaces de dimensionar a cabalidad si no es a través de la experiencia viva.

Nadie sabe lo que es tocar el fuego hasta que tiene la intensa mordida en su propia piel, y cuando ya lo sientes, no imaginas que aún puedes sentir más si llega a tus entrañas, o si llega a tu corazón a través de un ser querido que queda a merced del incendio de las posibilidades humanas de experimentar el dolor, el caos, el sufrimiento.

¿Por qué hacemos trabajo espiritual? ¿Por qué tomarnos la molestia de construir una cabaña en medio de la ciudad y pasar fríos y hasta lluvia debajo de ella? ¿Para qué despertarte en la madrugada para hacer alguna conexión que dijo un maestro kabbalista que debías hacer? ¿Para que sentir la resequedad de un ayuno? ¿Para que reflexionar cada día sobre la existencia humana, su luz y su sombra?

La respuestas que hoy me resuenan son: Para procurar desarrollar una consciencia fuerte por anticipado, un entendimiento de los procesos antes de llegar a las situaciones límite, para estar por delante del caos antes de que suceda, si es posible, caminar más rápido que él y que no nos alcance, y que si nos alcanza tengamos recursos previstos para enfrentarle, y que si nos alcanza no nos confunda ni nos merme y seamos capaces de sacar la luz de la experiencia y ser mejores humanos.

Ser espiritual es fortalecerte por anticipado. La existencia en este mundo tiene sus muchas maneras de hacernos despertar: la inevitabilidad, lo imparable, lo involuntario, lo sorpresivo, la prisa, lo arrollador, lo ajeno, el sufrimiento de quien no se preparó para este momento y a quien quizás no puedas proteger en toda la extensión que quisieras. 

Cuando pidas misericordia, pídela en toda la extensión, la que piensas y la que no se sabe nombrar, porque nunca pienses que hacer trabajo espiritual te dejará sin eventos de alguna índole, al estar todos conectados, y a no estar todos con la misma prioridad de crecer, estamos sujetos a los sufrimientos de los que nos rodean también, no solo los propios. Todavía no entendemos lo suficientemente lo interdependientes que somos en la alegría y en la pena. Como decía el Rav Berg: Mientras un compañero humano siga sufriendo, no podemos alcanzar la plenitud dejar de esforzarnos por revelar la Luz en este mundo, porque ese que sufra, a su vez hará sufrir a quien lo rodea.

Creo que algo que podemos hacer es despertar nuestra apreciación. Una apreciación intensa por cada cosa que hay en nuestra vida, el pan que te llevas a la boca, las personas que te rodean y curiosamente el dolor que no te aqueja. Vivimos la salud con mucha ingratitud, ni siquiera la volteamos a ver cuando nos quejamos de lo que nos molesta.

Pedir luz de misericordia no debiera de ser un ejercicio meramente de recibir, sino de comprometerte con ser tu mejor aliado en tu propio orden y tu propia felicidad.

¿Tu cómo respondes a esta pregunta?

Prana Raquel Pascual Coach de Vida y Carrera | Psicoterapeuta Gestalt

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