En la porción de Kóraj, un grupo liderado por Kóraj se sublevó contra Moshé, Aharón y el Creador.
¿Sublevarse contra El Creador? ¿Cómo se puede hacer eso? Cuando lo reflexiono me acuerdo de ese cuento llamado El Ahijado de la Muerte en que un ser humano trata de burlar a "lo que debe suceder".
En la vida hay cosas opcionales, cosas que pueden o no pasar si ponemos nuestra voluntad en juego, pero hay otras que simplemente "deben pasar". Cosas que incluso las aseguradoras hoy en día lo mencionan en sus contratos como "Actos de Di.os".
Desde mi experiencia hay ciertos hitos en la vida que tienen que pasar, y querer eludirlos me parece que son sublevarse ante El Creador. He visto algunas cosas que parecieron milagros en primera instancia, que después han acabado muy mal por haber presentado necedad después de la primera advertencia.
Les comparto el cuento para que lo conozcan:
EL AHIJADO DE LA
MUERTE
Cuento popular
alemán recogido por los Hermanos Grimm
Un pobre hombre tenía doce hijos y
necesitaba trabajar día y noche para poder darles pan. Cuando el decimotercero
vino al mundo no supo encontrar solución a su necesidad, corrió a la carretera
y quiso pedirle al primero que encontrase que fuera su compadre. El primero al
que encontró fue a Dios. Él sabía ya lo que angustiaba al hombre y le dijo:
-Pobre hombre, me das pena. Yo seré el
padrino, cuidaré de él y lo haré feliz en la tierra.
El hombre dijo: - ¿Quién eres tú? -Yo soy Dios.
-Pues no te quiero como compadre -dijo
el hombre-. Tú das a los ricos y dejas que los pobres pasen hambre.
Esto lo dijo el hombre porque ignoraba
lo sabiamente que Dios reparte la pobreza y la riqueza. Por tanto, se alejó del
Señor y prosiguió su camino. Entonces, se le acercó el diablo y dijo: ¿Qué
buscas? Si me quieres de padrino de tu hijo, le daré oro en abundancia y todos
los placeres del mundo.
El hombre preguntó: - ¿Quién eres tú? -Yo soy el demonio.
-Entonces no te quiero por compadre
-dijo el hombre-. Tú engañas y corrompes a los hombres.
Siguió andando, y en esto llegó la
enjuta muerte que avanzó hasta él y dijo:
- ¿Me quieres de compadre?
El hombre dijo:
- ¿Quién eres tú?
-Yo soy la Muerte, que hace a todos
igual.
-Tú eres la persona indicada: te llevas
tanto a los ricos como a los pobres sin hacer diferencias; tú debes ser mi
compadre.
La Muerte respondió:
-Yo haré a tu hijo rico y famoso, pues
a aquel que me toma como amigo no le falta de nada.
El hombre dijo:
-El próximo domingo es el bautizo, así que
procura llegar a tiempo.
La Muerte apareció como había
prometido, y fue una buena madrina. Cuando el muchacho creció, se le apareció y
le hizo ir con él. Lo llevó al bosque, le enseñó una hierba que allí crecía y
dijo:
-Ahora recibirás tu regalo de ahijado.
Yo te haré un médico famoso. Cuando te llamen a ver un enfermo, yo estaré allí
cada vez; si estoy a la cabeza del enfermo, puedes hablar con audacia y decir
que quieres curarlo, le das esta hierba y él sanará. Pero si estoy a los pies
del enfermo, entonces me pertenece y tienes que decir que toda ayuda es inútil
y que no lo puede salvar ningún médico en el mundo.
No transcurrió demasiado tiempo para
que el joven se convirtiera en el médico más famoso del mundo. “No le hace
falta más que ver al enfermo y ya sabe cómo está la cosa, si sanará o morirá”,
se decía de él. Y de todos los lugares llegaba gente, le llevaban enfermos y le
daban tanto oro que pronto fue un hombre rico. Entonces sucedió que el rey
enfermó. El médico fue avisado para decir si era posible la curación. Cuando
llegó junto a la cama, la muerte estaba a los pies, y para el enfermo no había
ya hierba alguna que sirviera para sanarle.
“Si pudiera engañar por una vez a la
Muerte -pensó el médico-, estoy seguro de que no lo tomará a mal, ya que soy su
ahijado, y hará la vista gorda; lo intentaré”.
Cogió al enfermo y lo colocó del revés,
de tal manera que la Muerte pasó a estar a la cabeza del enfermo. Luego le dio
la hierba y el rey se recuperó y sanó. La Muerte, sin embargo, fue a ver al médico,
llevaba cara larga y de pocos amigos y, amenazándole con el dedo, dijo:
-Te has burlado de mí; por ahora te lo
pasaré, porque eres mi ahijado, pero si te atreves otra vez, te agarraré por el
cuello y te llevaré a ti conmigo.
Poco después, cayó gravemente enferma
la hija del rey. Era su única hija, él lloraba día y noche, tanto que se le
cegaron los ojos e hizo saber públicamente que quien la salvara de la muerte se
convertiría en su marido y heredaría la corona. El médico, cuando llegó a la
cama de la enferma, vio a la muerte a sus pies. Hubiera debido acordarse de la
advertencia de su madrina, pero la gran belleza de la hija del rey y la
felicidad de ser su marido le trastornó tanto que hizo caso omiso de sus
pensamientos. No vio que la Muerte le lanzaba miradas furibundas, levantando la
mano hacia arriba y amenazándole con el puño flaco; levantó a la enferma y le
colocó la cabeza donde había tenido los pies. Le dio la hierba y pronto se
colorearon sus mejillas y la vida volvió de nuevo.
La Muerte, cuando se vio engañada por
segunda vez en lo que era su propiedad, se dirigió con grandes pasos hacia el
médico y dijo:
-Estás perdido, ¡ahora te toca a ti!
Le cogió con su mano helada de forma
tan fuerte que no pudo oponer resistencia y le llevó a una cueva subterránea.
Entonces, vio cómo ardían miles y miles de luces en hileras interminables a la
vista, unas grandes, otras medianas, otras pequeñas. Cada minuto se apagaban
algunas y otras volvían a arder, de tal manera que las llamitas constantemente
cambiantes parecían saltar de un lado a otro.
- ¿Ves? -dijo la Muerte-. Estas son las
luces de la vida de los hombres. Las grandes son de los niños, las medianas
pertenecen a matrimonios en sus mejores años, las pequeñas pertenecen a los
ancianos. Pero también, a menudo, niños y jóvenes tienen una pequeña luz.
-Muéstrame la luz de mi vida -dijo el
médico, pensando que todavía era muy grande.
Pero la muerte señaló un pequeño cabito
que amenazaba con apagarse y dijo:
- ¿Ves? Esa es.
- ¡Ay!, querido padrino -dijo el médico
asustado-. Enciéndeme una nueva, hazlo por mí, para que pueda gozar de mi vida,
ser rey y marido de la hermosa hija del rey.
-Yo no puedo -contestó la Muerte-.
Antes tiene que apagarse una para que prenda una nueva.
-Coloca la antigua sobre una nueva,
para que arda rápidamente cuando aquella se acabe -dijo el médico.
La muerte hizo como si quisiera cumplir
su deseo; acercó una gran luz, pero como quería vengarse, intencionadamente se
equivocó al colocarla y el cabito se cayó y se apagó. Rápidamente el médico se
desplomó y fue a parar a los brazos de la muerte.
Kinder- und Hausmärchen,
1812, 1815
J. y W. Grimm, Cuentos de niños
y del hogar, t. I, trad. María Antonia Seijo Cadstroviejo, Madrid, Anaya,
1988, págs. 244-247
No dejes de reflexionar en ciertos casos en que has querido forzar a que las cosas se tuerzan a tu favor cuando algo no era realmente para ti. Verás a qué me refiero.
Prana Raquel Pascual -Psicoterapeuta - Coach
Texto: https://narrativabreve.com/2013/11/cuento-ahijado-muerte-hermanos-grimm.html
Imagen https://audiocuentos.net/la-muerte-madrina/
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