Habían transcurrido los cuarenta días desde que Moshé
había subido al Monte Sinaí para recibir las dos Tablas de la Ley. Había dicho
que al final de cuarenta días iba a bajar. ¿Dónde estaba? “Seguramente murió,”
dijeron los sabelotodos de siempre. “Y ahora qué hacemos?” empezaron a
murmurar. “Necesitamos un nuevo líder,” dijeron. “Y ¿de dónde vamos a sacar un
líder de la talla de Moshé?” se preguntaban. “No se preocupen, Moshé dijo que
venía y vendrá,” protestaron los fieles entre los judíos. “Moshé es nada más
que un hombre de carne y hueso. ¿Cómo,
se supone, aguantó tanto tiempo ahí arriba sin las necesidades básicas?”
arguyeron. Llegaron a la conclusión que necesitaban un nuevo líder para
reemplazar a Moshé.
Se acercaron a Aarón, hermano de Moshé, y le plantearon
su inquietud. Aarón sabía que si Moshé dijo que volvía a los cuarenta día, que
así sería. Se dio cuenta, no obstante, que los rebeldes no entrarían en razón y
que había que actuar con astucia. “Traigan todo el oro que tienen, incluyendo
las joyas de sus esposas y crearemos un nuevo líder,” dijo, pensando que,
mientras demoraban en juntar todo su oro, Moshé iba a bajar de la montaña y el
problema sería resuelto.
No demoraron mucho y Aarón no tenía más remedio que
seguir con la propuesta. Pusieron todo el oro en un gran fuego y milagrosamente
salió un becerro. “Este es su nuevo D-os,” dijeron los instigadores al pueblo.
La gente festejó con una gran orgía. Al día siguiente bajó Moshé de la montaña
con las dos Tablas de la Ley en sus manos. Al ver el escenario idólatra y
promiscua, agarró las dos tablas y las tiró al piso, rompiéndolas en pedazos.
Rezongó al pueblo, molió al becerro, y tomó medidas disciplinarias contra los
transgresores. Subió una segunda vez para interceder ante D-os para que
perdonara al pueblo y una tercera vez para recibir el segundo juego de Tablas,
bajando en Iom Kipur con ellas.1 (1 Éxodo)
Estamos en la primera porción en la que es mencionado El Becerro de Oro y su creación y como bien sabemos, fue una de las grandes caídas de la consciencia de los israelitas, después de haber experimentado tantas maravillas con Moisés.
Me quedo reflexionando en algo que llamo "saber poquito". Creo que saber poquito, es muchas veces peor que no saber nada. Saber poquito, es el refugio de la ignorancia para sobrevivir, no en vano después de la séfira de Jojmá, la Sabiduría, viene la de Binah, Entendimiento. Quién sabe poco, entiende menos, o lo que es peor, malentiende e inventa.
Sabemos que representan a este ídolo a este "diocesillo" como un becerrito, una versión pequeña del Toro, es decir versión muy muy pequeña de la sabiduría. Saber poquito es bonito como un becerrito, pero aún no es suficiente, es una versión inmadura de contar con sabiduría.
Este tiempo está lleno de pequeños sabihondos que aprenden un poquito e inflaman con ello su idea de que con eso es suficiente y que con ello ya pueden dar cátedra y aleccionar incluso a los demás.
Cuídate de saber poquito y conformarte con ello, hay que seguir aprendiendo pero sobre todo, trasladarlo a verdadero entendimiento so pena de volverte únicamente un predicador limitado y limitador de otros, que es el gran problema de la idolatría.
Shabbat Shalom
Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta - Coach
Itálicas en https://www.jabad.org.uy/templates/articlecco_cdo/aid/2569316/jewish/Ki-Tisa-El-Becerro-de-Oro.htm
Imagen: https://significadodesonar.com/sonar-con-el-ternero/