En las porciones que estudiamos acerca del tabernáculo (el templo móvil que crearon los israelitas para llevar en la travesía en el desierto), el fuego tenía una presencia clave.
Había dos tipos de fuegos, pero
ambos debían arder constantemente.
“Y el fuego sobre el altar
arderá en él, no habrá de apagarse, y quemará sobre él el sacerdote leños,
mañana tras mañana… un fuego perpetuo habrá de arder sobre el altar, no habrá
de apagarse” (Vaikrá 6:5-6).
Por un lado, tenemos el Ner Tamid, la lámpara
perpetua que se ubicaba en el recinto interior del Mishkán. En realidad,
el Ner Tamid era una de las siete luces que conformaban la Menorá, el
candelabro.
El Ner Tamid es símbolo de la Torá, de la enseñanza. La luz que irradia se asemeja a la luz que emana de la Torá. Estudiarla nos ilumina, alumbra el camino de la vida.
El otro fuego que recuerda Rashi en
su comentario es el Esh Tamid, el fuego perpetuo que ardía sobre el altar,
ubicado en el recinto exterior del Mishkán. Este fuego servía como base
para el fuego que quemaba los sacrificios. Debía arder siempre, por lo
que los cohanim tenían que alimentarlo cada mañana con nuevos leños.
Un aspecto interesante de estos dos
fuegos es que cuando el fuego del Ner Tamid se apagaba, debía ser encendido con
el fuego del Esh Tamid. Es decir, la luz que iluminaba el recinto
interior y más sagrado del Tabernáculo, el fuego que simbolizaba la luz eterna
que irradia la Torá y que ilumina el camino de los que la estudian, debía ser
encendido desde un fuego que se ubicaba en la parte exterior del Mishkán, junto
al altar de los sacrificios.
El fuego de lo espiritual, de lo que
da sentido a nuestras vidas, debe ser alimentado día a día con el cuerpo, con el esfuerzo, con la acción cotidiana.
El fuego, siendo uno de los elementales, sabemos que lo vamos a comprender como la naturaleza de la inspiración, la luz que ilumina el camino, un elemento un tanto intangible pero que clarísimamente se manifiesta como un gran transformador del mundo de la materia. Donde hay fuego, hay cambio. Necesita un combustible, de otra manera le es imposible existir. No hay fuego que no nazca de alguna fuente, no flota en el aire, depende de ser alimentado, ser atizado, ser cuidado para que no cunda o no se apague. El agua ya está, la tierra ya existe, el aire es parte ya de la atmósfera. El fuego no necesariamente existe, o existen condiciones o no.
Así es la espiritualidad, así es la transformación personal.
¿Cómo está actualmente tu fuego interior?
Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta Gestalt
Itálica https://www.bet-el.org/old/BetelSemana_Parasha-TZAV.html
Imagen https://jesusmariavelasco.wordpress.com/2019/10/13/atizar-o-reanimar-el-fuego-dar-vid/