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sábado, 29 de marzo de 2025

Generar una Mentalidad


Pekudei es la última porción del segundo libro de Shemot (Nombre), también conocido como Éxodo.

En Pekudei, se completa la construcción del Mishkán (Tabernáculo), que representa la manifestación de la presencia divina en el mundo físico. Este proceso simboliza la unión entre lo celestial y lo terrenal, donde todas las acciones y contribuciones del pueblo se alinean con la voluntad divina, culminando en la revelación de la Shejiná (presencia divina) a través de la nube que cubre el Mishkán.

Vale la pena ir viendo la progresión del proceso entre los libros. Génesis o Bereshit tuvo actores singulares por así decirlo, eran historias de individuos haciendo acciones distintivas para conectar con lo Alto y rompiendo barreras para los siguientes seres de las generaciones venideras.

En Shemot vemos que ya se pide a grupos grandes, a comunidades e incluso a multitudes que se comprometan con su propio trabajo espiritual, dándose cuenta de que ellos no solo pueden, sino que están invitados a ser partícipes para la su transformación generalizada, y vemos que desde un principio, se les pide acciones concretas tales como salir de Egipto con sus familias, caminar con sus propios pies por el desierto, cruzar mares con certidumbre, combatir a la duda (Amalek), aprender a tener paciencia a que Moshé fuera y volviera por las directrices de Di.os, contribuir, cooperar, construir, aportar para la elaboración del Tabernáculo.

Otra gran aportación de este libro es hablar del Mishkán (Tabernáculo), es decir un vehículo de conexión móvil, lo cual nos habla de que a dónde vayas, debes llevar tu conexión espiritual, afectar a los entornos y no solo que los entornos te afecten a ti. Tener una estructura propia, no ser simplemente seres afectados en su mayoría por el exterior, sino tener un interior fuerte y existente por decisión propia.

Vayikrá es el siguiente libro que leeremos, en español, su nombre es "Levítico".

Este libro nos va a explicar más las acciones de sacrificio, ordenanzas del día a día, es decir, detallará cuestiones más operativas después de que en este libro se trató de establecer una mentalidad, es decir, un aspecto superior de la conducta humana.

Primero (si estamos en orden), vendrá el pensamiento, las creencias, las actitudes y posteriormente vienen ya las palabras y las acciones. Es un curso lógico de actuación, cualquiera debiera comprender que, antes de hablar o actuar, hay que pensar...aunque a veces hagamos lo contrario  😅 Los libros van construyendo en un orden de arriba a abajo (descendente) el cómo operar como seres espirituales y con libre albedrío en este Mundo.

No dejes pasar este cierre, pregúntate ¿Qué he aprendido en estos últimos meses?

¿Integraste las lecciones suficientemente como para pasar al siguiente escaño?

Shabbat Shalom Comunidad,

Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta Gestalt 

Apoyo de Perplexity IA

Imagen https://facilethings.com/blog/es/growth-mindset

viernes, 29 de marzo de 2024

Alimentar el fuego


En las porciones que estudiamos acerca del tabernáculo (el templo móvil que crearon los israelitas para llevar en la travesía en el desierto), el fuego tenía una presencia clave.

Había dos tipos de fuegos, pero ambos debían arder constantemente.

“Y el fuego sobre el altar arderá en él, no habrá de apagarse, y quemará sobre él el sacerdote leños, mañana tras mañana… un fuego perpetuo habrá de arder sobre el altar, no habrá de apagarse” (Vaikrá 6:5-6).

Por un lado, tenemos el Ner Tamid, la lámpara perpetua que se ubicaba en el recinto interior del Mishkán.  En realidad, el Ner Tamid era una de las siete luces que conformaban la Menorá, el candelabro.  

El Ner Tamid es símbolo de la Torá, de la enseñanza.  La luz que irradia se asemeja a la luz que emana de la Torá. Estudiarla nos ilumina, alumbra el camino de la vida.

El otro fuego que recuerda Rashi en su comentario es el Esh Tamid, el fuego perpetuo que ardía sobre el altar, ubicado en el recinto exterior del Mishkán.  Este fuego servía como base para el fuego que quemaba los sacrificios.  Debía arder siempre, por lo que los cohanim tenían que alimentarlo cada mañana con nuevos leños.

Un aspecto interesante de estos dos fuegos es que cuando el fuego del Ner Tamid se apagaba, debía ser encendido con el fuego del Esh Tamid.  Es decir, la luz que iluminaba el recinto interior y más sagrado del Tabernáculo, el fuego que simbolizaba la luz eterna que irradia la Torá y que ilumina el camino de los que la estudian, debía ser encendido desde un fuego que se ubicaba en la parte exterior del Mishkán, junto al altar de los sacrificios.

El fuego de lo espiritual, de lo que da sentido a nuestras vidas, debe ser alimentado día a día con el cuerpo, con el esfuerzo, con la acción cotidiana.

El fuego, siendo uno de los elementales, sabemos que lo vamos a comprender como la naturaleza de la inspiración, la luz que ilumina el camino, un elemento un tanto intangible pero que clarísimamente se manifiesta como un gran transformador del mundo de la materia. Donde hay fuego, hay cambio. Necesita un combustible, de otra manera le es imposible existir. No hay fuego que no nazca de alguna fuente, no flota en el aire, depende de ser alimentado, ser atizado, ser cuidado para que no cunda o no se apague. El agua ya está, la tierra ya existe, el aire es parte ya de la atmósfera. El fuego no necesariamente existe, o existen condiciones o no.

Así es la espiritualidad, así es la transformación personal.

¿Cómo está actualmente tu fuego interior?

Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta Gestalt


Itálica https://www.bet-el.org/old/BetelSemana_Parasha-TZAV.html

Imagen https://jesusmariavelasco.wordpress.com/2019/10/13/atizar-o-reanimar-el-fuego-dar-vid/