Nuestra guía y sabiduría de la semana
es la porción de Jayéi Sará o la Vida de Sará. Es la historia del fallecimiento
de la esposa de Avraham y del descubrimiento del alma gemela de su hijo
Yitsjak.
Sará vivió 127 años. Cada año de la vida de Sará estuvo lleno de la
Luz del Creador. Se dice que luego reencarnó como la Reina Ester, que gobernó
127 naciones.
Avraham y Sará eran almas gemelas, ambos eran profetas; aunque
está escrito que Sará era incluso mejor profeta que Avraham. Sará era tan justa
que hasta los ángeles estaban a sus órdenes. ¿Una presencia tan grande como
ella pudo haberse apagado tan fácilmente como una vela que es soplada?
La
respuesta es no. Sará siguió viviendo aun después de su muerte. Después de que
Avraham sepultó a Sará, pidió a su siervo que viajara para conseguir el alma
gemela de su hijo Yitsjak. El siervo viajó al lugar donde Avraham había
profetizado que estaría el alma gemela de Yitsjak, la encontró y regresó con
ella.
Su nombre era Rivká. Cuando Yitsjak la conoció, la llevó a la tienda de
su madre y, desde que entró, el lugar se llenó de Luz. Cuando Sará murió, la
Luz en su hogar se había apagado, pero cuando Rivká se unió a Yitsjak, la Luz
reapareció.
“Entonces Yitsjak la trajo a la tienda de Sará, su madre, y tomó a
Rivká y ella fue su mujer, y la amó. Así se consoló Yitsjak después de la
muerte de su madre”. Aquí la Torá nos enseña sobre la transición de la energía
y la continuidad de la vida.
Yitsjak fue consolado como si su madre estuviese
viva de nuevo, y en efecto lo estaba. Su energía regresó y, después de todo, la
energía de algo es aquello con lo que nos conectamos. Amamos la fisicalidad de
una persona, pero amamos mucho más su energía; ya que somos más energía que
materia.
Jayéi Sará nos permite ver nuestra inmortalidad y ser reconfortados
por la infinitud de la vida, aun cuando parezca lo contrario.
Karen Berg
Hemos vivido varios años en que muchas personas que conocemos han partido. Generacionalmente es lo normal, comenzamos a tener la edad promedio en la que comenzamos a conocer la orfandad, la edad promedio en que los ancianos comienzan a irse. No es una norma, sabemos que hay gente muy joven que también parte, pero nos volvemos más conscientes de las cosas cuando nos suceden en carne propia y ahora somos muchos inmersos en la experiencia de la senectud de nuestros padres y familiares y todo lo que eso emocionalmente implica, para ellos y para nosotros.
Hoy observo la importancia del papel que cada uno tomamos en esta "tragicomedia humana".
Todos somos importantes en el devenir de la historia tal como es. Si alguno de nosotros no hubiera existido, todo el mundo alrededor sería completamente diferente. Me es bastante impactante pensar en que cada uno de nosotros somos claves en la vida de tantos, y tantos en nuestra propia vida.
Quizás sea verdad que solo atravesamos un velo y que la muerte es una ilusión, pero mientras que eso sucede, asegúrate de vivir completamente, cada uno de los preciados días de tu vida.
Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta Gestalt & Coach
Itálicas e imagen https://www.kabbalah.com/es/articles/never-having-to-say-goodbye/