En la porción de Vayeshev -que es cuando Yosef es vendido como esclavo a los ismaelitas y posteriormente comprado por Potifar, un capitán en la guardia del Faraón, pasan muchas otras cosas impactantes y cruciales en el proceso de la Luz.
Bien decía el Maestro Shimon, si quieres encontrar historias complejas de guerras, muertes, prostitución u orgías, en la Biblia los encontrarás, porque volvamos al punto, la Torah no es un libro de rezos, sino un código que nos sirve para aprender de la experiencia humana en todas sus posibilidades desde las más puras y santas hasta las que son de la inclinación negativa, no para inspirarnos hacia ese lado, pero si cómo una representación de la gama de fragmentación que se vive en esta dimensión.
En esta porción nos habla un poco de la suerte de estos otros hermanos de Yosef después de haber orquestado la muerte ficticia de Yosef.
Uno de ellos Yehuda o Judá, quien dio la idea de venderlo esclavo, -se dice que como un mecanismo para evitar que simplemente decidieran matarlo-, propuso la venta por veinte piezas de plata por él. Esta acción es la que deriva en que Yosef corra su verdadera misión, es el detonador de la historia de grandeza que lo encarriló a su verdadero potencial.
Pero no porque fue una acción necesaria, podemos pensar que está exenta de consecuencias.
Yehuda concibió tres hijos: Er, Onán y Shelá. Er se casa con Tamar, pero está escrito que murió pronto porque era malvado y la deja viuda sin hijos y de acuerdo con las leyes y costumbres (levirato) de aquella época, el hermano del fallecido tenía que generar descendencia de esa mujer para dar hijos a su hermano, sin embargo Onán no lo cumple, y derrama su semen en la tierra con tal de no procrear hijos para su hermano. Eso le hace merecer morir también poco después.
Tamar es entonces enviada a casa de su padre a esperar que Shelá, el tercer hijo de Yehuda, creciera, pero con el paso del tiempo esto no sucede, Yehuda no cumple y nunca es dada a él, entonces Tamar al ver que no le cumplirían, se las ingenia para estar con Yehuda (su suegro) haciéndose pasar por una prostituta.
De esta relación ella queda finalmente embarazada y Yehuda -gracias a unas pruebas que ella tenía de que él era el padre-, tienen que reconocer su responsabilidad y el linaje de los niños que de ahí nacieron, Perets y Zeraj.
Perets es conocido por ser quien da lugar a la genealogía de El Rey David y posteriormente de Jesús.
Todos estos ires y venires, esto que parece un tanto cuanto caótico son los que van generando las rutas del destino que dan lugar a estos grandes seres que dejaron un legado que aún hoy resuenan en nuestras vidas.
Pareciera que aunque accidentado el camino, siempre encuentra el cauce para manifestarse según los designios de HaShem.
¿Qué reflexión te provocan estas historias truculentas que al final llegan a su destino profetizado?
Feliz miércoles Comunidad
Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta Gestalt
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