Está en nuestra naturaleza olvidar lo que alguien ha hecho por nosotros en el pasado cuando no lo están haciendo por nosotros hoy.
Pero los Kabbalistas dicen que si alguien nos ha hecho algún favor alguna vez, siempre debemos recordarlo. Ciertamente, esto es algo difícil.Piensa en alguien en tu vida de quien te encuentras distanciado; alguien que te ayudó de alguna forma importante alguna vez. Ve si puedes recordar el aprecio y la gratitud que sentiste alguna vez hacia esa persona.
Yehuda Berg
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Hace algunos años tuve una gran amiga.
Ella y yo teniamos gran afinidad, trabajabamos juntas en la misma empresa y nos dedicabamos al área de educación de empleados y por tanto teníamos muchos temas en común que ver, pero nuestra principal afinidad era en el sentido del humor. Cada día era estar inventando algo de lo cual desternillarnos de risa, tanto, que nos volvimos famosas de ser las más felices de el piso en que estabamos. Había gente que iba especialmente a vernos porque habían tenido un día difícil e iban a platicar un ratito para cambiar la polaridad de su molestia en carcajada.
Y si, en cierto sentido creo que ella y yo compartíamos esa gran capacidad de ser felices, ambas tenemos una enorme vasija para eso y sin embargo no podríamos decir que eramos las que no tenían problemas.
Ella por su parte, tenía, la enorme responsabilidad de un chiquito que había nacido con un caso de escoliosis impresionante, complicada con muchas otras cosas que agravaban el estado. Así tenía que enfrentar operación tras operación, más tratamientos y recuperaciones del pequeño. Y bueno, ahí estaba yo para acompañarla.
Yo en ese momento estaba metida en la relación más complicada que he tenido en mi vida, una de esas que se denominan de amor-odio en la que lamentablemente las personas llegamos a caer para solucionar un pasado kármico, entonces así como reía, también lloraba. Más o menos la misma proporción. Y ella estaba también ahí para acompañarme.
Hubo un tiempo que no distinguías a la una de la otra, nos conocían como el duo dinámico y hasta nuestra drectora me pedía que nos separaramos un poco porque no podía distinguir entre una y la otra, no había manera de separar que hacía cada una, cual era el mérito de ella y cual el mio en lo laboral de tan fusionadas que estabamos.
Lamentablemente esa historia si tuvo una fisura. Después de haber sido tan incondicionales si hubo un espacio de separación que empezó silenciosamente a fragmentarnos. Un dia -quizás meses o años después- nos encontramos la una con la otra. Había pasado un buen tiempo de separación física entre nosotras y en vez de correr a abrazarnos hubo recelo en nuestras miradas, frialdad en nuestra voz. Algo había cambiado, no recordabamos aquellos días que el piso entero estaba inundado de nuestra alegría en común.
El porqué nos sucedió no lo contaré en este espacio porque son motivos tan humanos pero tan vanos a la vez. Dejamos entrar el hielo en nuestro corazón y este nos lo endureció hasta rompernos en dos.
Ayer la vi de lejos. Las dos seguimos en nuestras vidas, ella admirable y valiente como siempre en sus heróicas batallas. Se ha vuelto un ícono para cualquier madre. Yo, feliz de mis propias conquistas de las territorios de mi autoestima, de mi entereza y de mi alegría fundamentada en el encuentro con el trabajo espiritual. Para ninguna ha terminado la lucha y ninguna nos hemos cansado aún de andar nuestros parajes...sólo que hoy cada una vamos sin la otra...
No estamos ya --ella a punto de irse a la décima u onceava operación de su hijo en el extranjero--abrazadas en bendiciones ni ella, sentada junto a mi en la solitaria oficina mientras aterrorizada del futuro lloraba después de por fin haber tenido el valor de terminar definitivamente aquella relación destructiva diciéndo en cada caso. "No te preocupes...Yo estoy aqui."
¿Vale la pena preservar tanto el orgullo humano? Cada uno busque su respuesta. Busca con el Alma, no con el ego.
Mucho cariño,
Prana Pascual
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