Veinte años después de que Jacob "robó" la bendición, estaba a punto de encontrarse con Esaú una vez más.
Había mucho en juego, no solo para Jacob y su familia, sino para todo
el cosmos. ¿Se abrazarían los hermanos? ¿Se reconciliarían la energía
y los deseos materialistas de Esaú con la espiritualidad de Jacob? ¿O Esaú
y Jacob, materia y espíritu, estarían en guerra para siempre?
Por fin llegó el
momento. La Torá describe el fatídico encuentro entre los hermanos: "Y
Esaú corrió hacia él y lo abrazó, y él se echó sobre su cuello y lo besó, y
ellos lloraron".
Para nuestra gran
sorpresa, y quizás para la gran sorpresa de los mismos hermanos, tanto Jacob
como Esaú entendieron la necesidad que tenían el uno del otro. Descubrieron
sentimientos profundos el uno hacia el otro. Se dieron cuenta de que compartían
la misma fuente y el mismo padre.
Los hermanos luego se
separaron. El vínculo de amor y compasión que se había establecido entre ellos
aún era frágil. Se dieron cuenta de que para que pudieran establecerse juntos
en armonía, se necesitaría más trabajo. Solo en la era mesiánica el mundo
experimentará la salud de la relación restaurada entre Esaú y Jacob, entre la
materia y el espíritu, entre el cuerpo y el alma.
Hasta entonces, eso depende
de nosotros fomentar esta relación Depende de nosotros fomentar esta relación,
nutrirla y permitirle prosperar y crecer.
Fuente chabad.org
Prana Raquel Pascual
Coach de Vida y Carrera -Psicoterapeuta Gestalt
Imagen y fuente https://www.chabad.org/parshah/article_cdo/aid/4568438/jewish/The-Kiss.htm