Este es el último día de Januka, pero ayer se encendió la
octava y última vela y en lo que cavilé durante esta noche es que el gran
milagro humano es poder ayudarnos los unos a los otros genuinamente.
¿A qué me refiero con genuinamente?
El Dios que tanto buscamos en un cielo estrellado es
realmente el dios que habita en cada uno de nosotros y que brilla cuando menos
lo estamos pensando. Todos tenemos luz que nos infunde de vida y de consciencia
y las mejores veces para manifestarlo es cuando ni siquiera pensamos que es lo
Alto quien realmente está extendiendo la mano.
Pensé en que cualquier maestro cae, todos los maestros si
los observas por un buen tramo de sus vidas tendrá características tan humanas
que puedes llegar a perderle el respeto o la fe, pero en realidad, no es un
problema único o de alguien en particular, todos estamos sometidos a nuestro
ego y estamos adheridos a esta experiencia humana que no nos permite ser angelicales en todo momento.
NO está en el plan evolutivo el ser perfectos, todos los
humanos podemos llegar a alturas en las que nuestras ideas habiten en el
firmamento, pero nuestros pies siempre están tocando la tierra, tenemos las dos
naturalezas y las balanceamos lo mejor que podemos según nos vayamos
desarrollando.
Si, lamento informar que a veces veremos incluso en los
mejores ejemplares de nuestra especie, actos de enojo, de desconsideración o de
debilidad, o les veremos actos que parecen mucho menos virtuosos que lo que la
expectativa general pudiera esperar. Y eso no quita que sean altos en muchas
otras ocasiones.
Por eso estuve cavilando y la mejor virtud es la anónima,
la inadvertida, la ayuda que damos cuando ni siquiera lo estamos pensando.
Cuando compartes una idea que ilumina a alguien que oyó por estar sentado a la
mesa mientras conversabas con otra persona, el consejo que pusiste en un libro y
que no sabías quien sería el lector. O la hipótesis que compartes sin afán de
que sea correcta y que encendió la luz en los ojos de quien la escuchó.
Esa idea de anonimato me ha capturado la atención muchas
veces. Ese soldado desconocido a quien se le levanta un monumento. Ese héroe que
nadie conoció, pero a quien se celebra porque se admira una cualidad que
seguramente no era todo su colorido humano.
Alguna vez me cimbró encontrar un libro doctísimo de
misticismo y al buscar al autor solo me encontré un párrafo que decía algo
similar a: “Querido amigo lector, te saludo desde ultratumba. Di instrucciones
de que este libro se publicara hasta después de mi muerte y que se publicara
anónimo para que no me atrapara el ego de que se diga mi nombre al leerlo.
Me di cuenta de que en ningún lado aparecía el
nombre de tan sabio ser y que realmente me estaba saludando después de su
muerte. Me quedé atónita, porque ese es el verdadero dar. Nunca sabré quien fue.
Estoy segura de que la mejor ayuda que hemos dado, la hicimos inadvertidamente de cuando la dimos…y esto está bien. Eso es magnífico.
Ojalá 2020 nos de espacio de ser personas que al existir y
al actuar, den realmente sin mirar a quien. Que Di.os se manifieste en nosotros
justo cuando estemos más distraídos para que ni por casualidad nos sintamos
merecedores de un aplauso si es que eso nos va a envanecer.
Feliz lunes Comunidad. Vamos a cerrar este año que por
difícil ha sido tan importante.
Prana Raquel Pascual
Coach de Vida y Carrera | Psicoterapeuta