La envidia es destructora de la felicidad. La nuestra. Debilita nuestro enfoque de lo que sí tenemos. Y la falta de apreciación es sinónimo de falta de felicidad.
Hoy, entra en tu vida como si fuera la primera vez. Mira a tu alrededor. ¿Qué amas de lo que ves?
Yehuda Berg
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Ayer justo cuando regresaba de la cena de Shabat no se porqué me acordé de un chico que conocí muchos años atrás, aún cuando los "tas" no entraban a mi vida =) (me refiero a las edades terminadas en "tas"). Eramos muy buenos amigos y alguna chispa prendió entre nosotros aunque nunca se pudo concretar nada por diversos motivos, sin embargo, si había una veta romántica en ello.
Me venia acordando de un día que me invitó a cenar a Coyocán y nos quedamos en alguna de las bancas de la plaza conversando hasta tarde. En eso, serían como las 11 pm de la noche, se nos acercó un niño muy pequeño, quizás de siete u ocho años --no más-- vendiendo rosas.
Por supuesto a ambos nos pareció lo menos propicio encontrar a un niño de esa edad teniendo que trabajar y aún peor solo y a esa hora. Mi amigo vió que al pequeño le quedaban tres rosas ya bastante marchitas seguramente de tanto estar recorriendo el día junto al pequeño, sin pensarlo, preguntó el precio y le compró todas las que llevaba y le dijo "¡Ya vete a descansar por favor!" Y acto seguido me regaló las rosas..."Yo sé que están marchitas..." me dijo y sin embargo a mi me parecieron las más lindas rosas porque iban llenas no de la intención de halagarme nada más, sino de la misericordia que le había despertado el niño.
Las tomé con todo gusto y decidimos que también era suficientemente tarde para que nosotros anduvieramos paseando y me llevó a casa. Cuando me dejó yo lo primero que hice fué ir a la cocina por un vaso, lo llené de agua fria, y le puse una aspirina. Posteriormente, corte la punta del tallo a las rosas en sesgo y las puse en agua.
A la mañana siguente mis marchitas rosas estaban completamente abiertas y hermosas. Me sorprendí pero me di cuenta que es verdad una creencia popular que dice que las flores que son dadas con amor siempre abren, pero si no, hagas lo que hagas es como si los botones supieran la intención, nunca llegan a abrir.
Creo que así es nuestra vida, si nosotros no somos capaces de apreciar lo bueno que hay en ella, se marchita, sin embargo, si estás dispuesto a ver las maravillas que tiene y a esforzarte a darle una aspirinita de cariño donde duele, la belleza saltará a tu vista sin mayor esfuerzo. Eso espero para ti, hoy y siempre.
¡Shabat Shalom!
Prana Pascual
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