Una de las particularidades de la muerte de Moisés es que, aunque se sobreentiende que fue enterrado en el Monte Nebo (actual territorio de Jordania), no se tiene claro el lugar exacto de su tumba, donde quedó su cuerpo.
Después de que a Moisés le fuera negado entrar a la tierra de Israel, lo único que le fue permitido fue ver la tierra prometida desde ese punto del monte en el que -en un día claro-, se logra divisar Jerusalén.
En tiempos más recientes si se construyó una basílica en el lugar, pero antes simplemente era el lugar sin seña alguna. Nadie sabe donde quedó el sepulcro.
La pregunta de ¿Por qué uno de los más importantes líderes espirituales no tiene un monumento? La Kabbalah enseña que Moisés no debe convertirse en objeto de culto o idolatría. Si se conociera el lugar exacto de su tumba, podría transformarse en un sitio de peregrinación y veneración física, contradiciendo el principio espiritual de que la conexión con lo divino no debe fijarse en objetos o personas concretas, sino mantenerse en el plano interior y trascendente.
Yo fui hace unos años al Monte Nebo, y la manera en que me expliqué esa situación, es que cuando llegas, se te aviva un deseo grande de hacer una búsqueda interior, un despertar de la intuición y todo el lugar se vuelve una esperanza.
Todo ese monte se convierte para cada persona, en historia viva en la que sientes que te puedes encontrar con el guía en cualquier momento, que quizás estés junto a él a cada momento, y cuando te vas, no sientes que fracasaste, sino que todo el tiempo estuviste imbuido en el deseo de lograr ver tu propio Israel interior.
Una bella experiencia y una gran lección. La espiritualidad tiene maestros pero no ídolos.
Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta Gestalt
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