Al principio de la porción
Vayerá, se nos dice que tres ángeles se presentaron ante Avraham. Sin embargo,
él no sabía que eran ángeles; pensaba que eran tres viajeros y les ofreció
alimento. Era el tercer día después de su circuncisión y tenía mucho dolor; no
obstante, se esforzó por compartir y preparar esta comida para estos invitados.
El Zóhar explica claramente que gracias a esa acción generosa atrajo una enorme
cantidad de bendiciones.
El Zóhar y el gran Kabbalista Avraham Azulái dicen que una de las
bendiciones que surgieron de esto fue que Avraham fuese llevado a descubrir el
lugar que conocemos como Majpelá, el lugar en donde está la cueva en la que los
Patriarcas están enterrados. En la porción siguiente a Vayerá, Jayéi Sará,
Avraham compra esta tierra para que sea el lugar de sepultura de su esposa,
Sará. Luego también se convierte en el terreno de sepultura de Avraham, Yitsjak
y Rivká, y Yaakov y Leá. Pero es en esta porción de Vayerá que Avraham fue
llevado a esta tierra en Majpelá mientras seguía a uno de los terneros que
quería usar en la comida; se dice que este ternero en realidad era un ángel.
Además, el Zóhar y el Midrash nos dicen que debido a la Luz
despertada por Avraham con su acción generosa, los israelitas vivieron 40 años
y fueron sustentados por el maná en el desierto. Y se nos dice que la capacidad
de revelar la Luz de Inmortalidad, la llamada Matán Torá, la Entrega de la Torá, también
fue despertada a través de la acción de Avraham en la porción Vayerá.
Entonces, claramente esta fue una acción muy importante. Sin
embargo, el aprendizaje maravilloso que se nos da es que también fue una acción
innecesaria. ¿Por qué? Porque, como dice el Zóhar, los ángeles no comen. Así pues,
toda la comida que Avraham pasó horas cocinando fue hecha para nada; en
realidad dice que los ángeles tuvieron que fingir que la comían. Este es un
entendimiento increíble: Avraham no alimentó a personas que tenían hambre, ni
siquiera a seres que pudieran comer. Por ende, la acción en sí fue
completamente innecesaria y no se esperaba ningún resultado.
Mi padre, Rav Berg, hablaba de cómo a menudo en la vida deseamos
un efecto determinado, o la manifestación de una determinada realidad, como
resultado de nuestras acciones generosas. Pero tenemos que entender que el
efecto de dicha acción no es nada importante. Lo único que importa es el hecho
de que estamos despertando un deseo de compartir y actuando de acuerdo a este;
ya sea que se manifieste de un modo u otro, o que se llegue a manifestar del
todo, no marca ninguna diferencia.
A menudo queremos compartir con alguien y, de modo específico,
nos concentramos en cómo queremos que se sienta esa persona, o en cómo queremos
que reaccione ante ello. Pero ahora nos damos cuenta de que esto no es cierto;
la razón por la que compartimos no es necesariamente por el beneficio recibido
por la otra persona, sino simplemente porque necesitamos constantemente
compartir y despertar ese deseo de compartir. Al despertar ese deseo de
compartir, sin importar cómo, dónde o a quién se manifieste, atraemos una
cantidad ilimitada de bendiciones para nosotros.
Por lo tanto, uno de los regalos más grandes que recibimos de
Avraham en Shabat Vayerá es olvidarnos del efecto deseado que tenemos por
nuestras acciones de compartir. Más bien, compartamos porque sabemos que al
hacerlo nos conectamos con la Luz del Creador y atraemos bendiciones a
nosotros. Podemos preguntarnos: ¿Estoy enfocado en despertar un Deseo de
Compartir y luego actuar de acuerdo a él sin importar cómo se manifieste? Si es
así, mantener esa pureza de deseo es lo que atrae bendiciones infinitas a
nuestra vida. Al igual que el Creador, simplemente queremos despertar un Deseo
de Compartir, tal y como lo hizo Avraham, aunque sea, como en su caso,
innecesario.