Viernes, 29 de noviembre de 2013
A veces es difícil abrirse y dejar entrar a
otros, pero sucede que esto es un ingrediente esencial para incrementar nuestra
plenitud.
Unir fuerzas, ya sea en el trabajo, en las amistades o en las relaciones, es como podemos alcanzar mucho más. Lo que podemos hacer solos es limitado, pero lo que podemos lograr con otros no tiene límites.
Unir fuerzas, ya sea en el trabajo, en las amistades o en las relaciones, es como podemos alcanzar mucho más. Lo que podemos hacer solos es limitado, pero lo que podemos lograr con otros no tiene límites.
Yehuda Berg
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En este viaje, mi amiga y yo tuvimos oportunidad de compartir con dos grupos diferentes de personas, todas gente muy amable y de muy buen trato con quienes compartimos las aventuras de adentrarnos a este país vasto y diverso.
En la segunda fase del viaje, cuando nos dirigiamos hacia el desierto del Sahara, convivimos con un grupo de parejas de italianos, todos ellos alegrísimos y muy abiertos a compartir amablemente con nosotros todas las horas que estuvimos juntos. Por supuesto las diferencias en el idioma tenían algo que ver dentro de la fórmula, pero con un poco de voluntad, encontramos el punto de intersección latina entre ambas lenguas y no tuvimos ya demasiados bloqueos para conversar como si fueramos un grupo de buenos amigos.
Uno de esos días, cuando nos alojamos en una Jaima (tienda beduina a los pies de las dunas de Merzouga), cada cual nos distribuimos en nuestras propias "habitaciones" en las cuales dormimos abrazados cada cual a una bolsa de agua caliente, lo cual nos hizo la noche estrellada en el desierto, un momento bastante pasadero, aún con el intenso frío exterior. Por la mañana, a esa hora que aún no había más que un atisbo de luz, escuché la voz de Graziella, una de las italianas que estuvo más cercana a mi durante nuestras jornadas, que me llamaba desde afuera de nuestra tienda: "Prana...Roberto está mal, ha pasado malísima noche, no hemos dormido nada...lo lamento mucho pero no podremos ir a ver el amanecer en dromedario..."
Por supuesto mi pensamiento en ese momento fue ..."¿No vienes tu?"...y creo que llegué a expresarselo...pero de súbito me di cuenta de que era inútil, ella no iría a la más magnífica aventura sin Roberto...
Roberto, un hombre alto, muy esbelto de cabellos lisos y ojos grandes y castaños, parecía un venado indefenso que había estados pasándosela realmente mal durante los largos trayectos de carretera, sufriendo de intensas náuseas y malestar. Ella una italiana menuda de ojos claros y un hermoso cabello oscuro rizado que le caía sobre su linda cara me dijo "no puedo ir, no puedo dejarlo solo".
Para mi el episodio fue de lo más significativo...yo, que dormí soñando con subirme al dromedario y andar las rosadas dunas de arena tan fina como el talco, ver el sol asomarse con su brillo dorado iluminando de a poco ese bello paisaje desértico...no ir, me parecía casi un dolor físico...pero entendí que para ella, era más dolor el de su propio marido enfermo.
Y así fue, Roberto y Graziella no nos acompañaron. Ella se quedó a velarle el poco sueño que pudo conciliar.
Proseguimos nuestras andanzas por esos caminos, y prácticamente la última noche, cansados todos en esa camioneta llena de noche, vi como Graziella de pronto, suavemente descansaba su cabeza tierna sobre el hombro de su amado Roberto, ella, la fuerte, reposó su cansancio con dulzura en él, para seguir su aventura de amor compartido desde veintitrés años atrás.
Su amor bien vale un millar y más de amaneceres en el desierto.
Feliz día Comunidad
Prana Raquel Pascual
Foto Prana Pascual Marruecos 2013