domingo, 14 de enero de 2024

Las dos oscuridades


Esta semana leemos la porción llamada Bo.

El valor numérico de la palabra Bo en hebreo es 3 y en la Parashá que lleva este nombre se describen las tres últimas plagas en Egipto: langostas, oscuridad y muerte de los primogénitos.

La noventa plaga fue la oscuridad que tuvo dos tipos de manifestaciones.

Evidentemente deberemos de comprender a la oscuridad como una plaga espiritual, es decir, esta ya involucraba fuertemente el estado mental de los egipcios, no solamente el entorno. Por supuesto una catástrofe externa afecta el estado de nuestros pensamientos, pero aquí el núcleo atacado es directamente en la psique. Metafóricamente se trata de una imposibilidad de ver la Luz del Creador, pero que tiene dos maneras de manifestarse:

Los tres primeros días de oscuridad fueron aquellos en los egipcios aún podían moverse, es decir, no podían verse entre sí, pero podían levantarse, caminar etc. En este tipo de oscuridad aún se anhela la Luz, es decir, aún quieres buscar la Luz del Creador. Pierdes de vista a los otros, pero aún existe la necesidad y anhelo de encontrar a la Luz.

La segunda parte de esta plaga, los tres siguientes días, fueron de una oscuridad aún más profunda, más densa en la que ya no podían moverse, pero había un cierto contento en ello (¡¡lo cual es temible!!)😨. Había una especie de conformidad, es decir, un olvido de la Luz de Di.os, por tanto ya ni siquiera hay deseo de buscarle.

Reflexionemos. Cuando estamos en un periodo que consideramos oscuro, esa puede ser la gran oportunidad de desear un cambio de estado, de buscar lo superior, de crecer, de cambiar y eso puede darnos como resultado, encontrar respuestas que no hubiéramos encontrado antes de sentir tan grande necesidad.

Sin embargo, la oscuridad más tremenda es cuando ya ni siquiera tenemos ese contacto mínimo con el deseo (lo llamaré esperanza para expresar un poco el significado que quiero brindarte) de encontrar el sentido, de tener algún tipo de confianza de que hay un orden superior que orquesta al mundo.

¿Conoces la oscuridad? Creo que todos hemos tenido etapas, quizás algunos pase por ahí por momentos y otros vivan instalados en ella, pero hay que contar con que es un fenómeno que pasa en las mentes humanas y hay que procurar jamás llegar a la segunda que es inmovilizante como nos lo advierte el código.

¡Sigue buscando a la Luz!

Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta Gestalt - Coach

Imagen https://okdiario.com/curiosidades/color-que-vemos-oscuridad-no-negro-8425614

viernes, 12 de enero de 2024

El fruto de la ingratitud


En la porción de Vaera suceden en las primeras 7 plagas, que corresponden a las siete primeras séfiras del árbol de la vida de abajo hacia arriba, es decir desde el mundo fijo y ascendiendo poco a poco a mundos espirituales:  Majut, Yesod, Netzaj, Hod, Tiferet, Guevurá y Jesed.

Cada una de estas plagas, tiene su propio mensaje, por ejemplo: la primera plaga, la del agua que se convierte en sangre, tuvo que ser activada por Aaron no por Moisés y veremos que ahí hay un secreto que nos permitirá aprender si estamos dispuestos:

Aarón activó esta plaga golpeando con su vara contra las aguas del Nilo. Rav Tanhum dijo que Moisés no podía activarla por qué estas aguas eran las mismas por las cuales había flotado hasta su salvación siendo un bebé, por lo tanto, él no podía actuar como canal para esta plaga. Este acto de restricción nos recuerda que debemos sentir siempre apreciación por todas las cosas y las personas, incluso por las fuerzas de la naturaleza que nos han ayudado en el pasado. A menudo recibimos ayuda en nuestros tiempos de necesidad, pero más tarde nos olvidamos de lo bueno que se hizo por nosotros.

¿De qué nos habla esto? De la ingratitud, de la falta de apreciación por las bendiciones recibidas o de los bienes que otros nos han brindado o canalizado.

Como podemos intuir, algo que es benéfico, nosotros comenzamos a sentirlo nocivo y desagradable. ¿Para quién es el mayor daño? Pensaríamos que para quien recibe el desplante, pero en realidad el más afectado es quien es incapaz de sentir gratitud porque, aunque lo que se le ofrece pueda servirle o hacerle un bien, esta persona endurece su corazón y pierde la capacidad de recibirlo, se cierra y se amarga. Este es el fruto de la ingratitud.

Reflexionemos. A veces basamos una falsa autoestima en nuestra capacidad de ser ingratos y rudos con otros. Es una falsa sensación de ser poderosos o superiores.

Observa si no estás siendo ingrato con alguien que te ha brindado ayuda o algún bien muy preciado.

Shabbat Shalom al ser visibles las primeras tres estrellas en el cielo nocturno

Prana Raquel Pascual - Psicoterapeuta - Coach

Imagen https://www.adeslasdental.es/puedo-donar-sangre-teniendo-caries/