lunes, 7 de octubre de 2019

Un intercambio

El tema central de Yom Kipur está insinuado en el nombre de «HaSatán» cuyo valor numérico asciende a trescientos sesenta y cuatro. Esto nos enseña que trescientos sesenta y cuatro días al año Satán tiene permiso para obstaculizar la Luz Divina y evitar que se revele en el mundo; así como también acusar al pueblo de Israel, sin embargo ese día es viable todavía realizar trabajo de transformación y de Teshuvá y de modificar cómo recibiremos el siguiente año, en orden y con merecimiento o con desorden y deuda.

Estos días en los que vemos oportunidades para demostrar que ya somos otros, tenemos que aprovecharlos. Si hemos detectado que estamos teniendo algún desbalance, ajustar, si hemos detectado injusticia en nuestro proceder ya sea de nosotros hacia otros o de otros hacia nosotros, corregir.

Hay una práctica ortodoxa que se denomina Kapará. Las comunidades los entienden como un proceso de expiación pero también es una especie de intercambio. Muchas veces cuando se rompe algo, se extravía o se daña, las personas que conocen de esto dicen “kapará”, por ejemplo cuando tienen un choque automovilístico...asignamos que ese daño podría habernos pasado a nosotros y que en cambio fue “absorbido” o captado por el daño del auto, que será monetario, de tiempo etc., pero que no fue en nuestra persona. 

De cierta manera, eso es la esencia de todo sacrificio animal que se hacía en el templo, se presentaban animales que tomaban la negatividad pero a su vez la idea es que sus chispas de alma se elevan por ese servicio. 

En estos días que trabajamos la consciencia, podemos considerar hacer un intercambio ya sea con un donativo, algo que sea para quien de verdad lo necesite y que sea significativo, y/o un cambio sustancia en una restricción de algo de lo que viste en los días de Teshuvá.

Toma esto como una oportunidad importante para una purficación previo a uno de los días espiritualmente más elevados.

A trabajar Comunidad

Prana Raquel Pascual
Psicoterapeuta Gestalt & Coach

viernes, 4 de octubre de 2019

Ponle nombre


En estos días previos a Yom Kippur, debemos seguir cuidadosísimos de nuestras acciones derivadas evidentemente de nuestros pensamientos sentimientos y emociones.

Para fines prácticos es como si en este momento estuvieras haciendo la colada de cemento que dará basamento para la estructura de recepción de luz de todo el año, y no quieres que se le hagan burbujas o fragmentos, o como si estuviera cuajándose algo y no necesitas hacer movimientos bruscos que lo precipiten...no se si mis ejemplos son exactos pero es lo que se me ocurre más visual, más auditivo y más sensorial para que cachemos que no es momento de agitarse ni de actuar impulsivamente.

Se nos conoce como "los que hablan" y bueno, he estado justamente pensando en ello a partir de mis conversaciones con pacientes y coachees.

Ciertamente, cuando se hace la creación del ser humano consciente de que lo es, lo más distintivo de inicio es que puede hablar, es decir que con ellos nace la posibilidad de estructurar, limitar, distinguir, e incluso OPINAR de todo lo que antes solo se observaba, lo que antes tan solo se transcurría.

Lo veía en un documental de Nat Geo o alguna de esas cadenas que se dedican a mostrarnos la vida íntima dentro de los parajes naturales. En este caso El Serengueti. A los animales que ahí habitan, les llueve, los persiguen, se les incendia, se enlodan, les pasan las una y mil cosas que en nuestro lenguaje (ojo, en la aplicación de las palabras) nos parecen tragedias...sin embargo ellos al no tener lenguaje no pueden clasificar al mundo como catastrófico o como ensañado contra de ellos, puesto que no tienen esos conceptos verbales para denominar, así que tan solo TRANSCURREN.

Transcurren el fuego, corriendo y poniéndose a salvo, pero no opinan algo al respecto, no existe la conexión que permita esa especificidad, luego entonces hacen lo que necesitan para sobrevivir, pero no se consideran a si mismos víctimas o supervivientes...(no significa que no les duela, solo no lo pueden nombrar así, ojo)

Los humanos por menos eventos que eso estaríamos haciendo un libro de "cómo sobreviví al cataclismo universal"...

Pensando en ello, las palabras nos dan el poder de ENJUICIAR las situaciones como buenas o malas, nocivas o benévolas y de ahí que adquirimos el gran poder de presenciar el mundo como El Bien o El Mal....¿recuerdas que esa es la gran caída?

Pero bien, sin embargo, ese poder de la palabra --ya entrados en ser los que hablamos-- son las que nos pueden ayudar a hacer magia en nuestra propia psique.

Saber poner el nombre a nuestros problemas, nos indica de muy buena forma como debemos atender la solución.

Saber que Altruismo y Abuso no son sinónimos, nos puede ayudar a actuar de la manera más indicada.

Sinceridad y Agresión no son lo mismo vistos en un diccionario, así que puedes tomar decisiones distintas al respecto.

Tristeza y Enojo no son los mismo, si logras poner el nombre correcto tendrás las herramientas para hacer algo diferente.

Así que bueno, la palabra es un predicamento, pero también es una herramienta que bien usada nos da un manejo maestro de este mundo terrenal.

¿Cómo estás haciendo uso de tu DON DE LA PALABRA?

Cuidado en estos días, Adán nombró todas las cosas y animales de lo que lo rodeaba y con ello se volvió el rey de la Creación, así nuestras palabras nos pueden desconectar, o volverse la herramienta clave para poder hacer la magia de ordenar tu cabeza y tu mundo.

A trabajar Comunidad

Prana Raquel Pascual 
Psicoterapeuta Gestalt & Coach