domingo, 1 de octubre de 2006

La Evolución del Miedo.

Escrito semanas antes de ingresar al Centro de Kabbalah.

LA EVOLUCION DEL MIEDO
Cuando era niña, tardé un poco en enterarme de la verdadera existencia del diablo. Quizás lo más cercano que tenía de esa imagen era la figurilla de barro de el nacimiento navideño de mi mamá. Era una figura de color rojo encendido que cubría sus ojos llorando de que la profecía del nacimiento del Mesías en un humilde pesebre de Belén, que se había cumplido al fin.

También lo ví en la Biblia de los niños que durante muchos, muchos años fue mi único contacto en papel con los episodios de la historia del humano y su relación con Dios. Ahí, claramente es mencionado en el Génesis. También se hace presente en el pasaje de los cuarenta días del retiro en el desierto de Jesucristo, sin que yo entendiera completamente en que consistía su intervención.

¡Quien me hubiera dicho que "El Ángel Caido" ser iba a tener un protagónico en mi vida! (¿¿Hay alguna en la que no??)

Un día Luzbel llegó a mi casa y se instaló a vivir ahí. Nadie nos dimos cuenta de inmediato, creo que llegó primero al cuarto de mis padres, pero después estoy segura que se mudó a mi closet de donde un día salió y se presentó personalmente.

Tenía los ojos verdes y sus pasos se escuchaban como susurros de viento arrastrándose por la alfombra. Me di cuenta de su existencia y un miedo profundo se coló en mi corazón y de la misma manera en la entretela de cada día.

El demonio sabía entonces que ya no me era indiferente, que empecé a conocer todas sus máscaras y ya con toda confianza, mi casa fue su hogar.

Silencioso y mutable, genera de ahí su peligro más grande: puede camuflajearse con los colores de la pared, con el tapiz de los muebles, con tu suéter favorito y un día lo tienes comiendo sentado a tu mesa, lo tienes saliendo del televisor en forma del noticiario de la noche, lo tienes en la pereza de cada mañana que no te deja arrancarte de las sábanas.
Está en el día que abandonas sueños "no-natos" porque crees que no te los mereces o el día que inflas descomunalmente tus expectativas sobre los demás para caer después en el precipicio inmenso de la decepción.

Se infltra como ese temor callado que creas - aún sin darte cuenta - y cuando aún sin pruebas, renuncias a tu potencialidad.

Y el diablo te lleva en el camino concéntrico de los pensamientos dolorosos, esos de los que si caminas sin precuación te llevan al séptimo infierno de Dante, que bien sabemos, es la traición, en este caso, hacia ti mismo y a tu propia ruta de la felicidad.

Pero sin embargo, creo que yo sobreviví al fuete castigador del pavor y tantos otros maltratos que propina al alma humana. No conocí todos los terrores -sería demasiado decir- pero creo que me llegué a familiarizar con muchos, lo cual en si mismo es un riesgo porque "El Oscuro" se empieza a parecer a todo y cuesta trabajo en distinguir entre "el bien", "el mal" y "el regular". De pronto, ya no sabes cuándo defenderte o cuando reclamar porque ya está tan adentrado en la cotidianeidad, que se vuelve como el aire que se respira, no inocuo pero ya tan del diario, tan inherente, que si te va minando con sutileza.

Y de la sala, de los armarios, de el cuarto contiguo, el Diablo se muda a tus células, se muda a tu lengua, se muda a tus juicios, se incorpora en tus decisiones. El Diablo empezó a mirar a través de un par de ojos negros.

Y ya bien incorporado, es el satánico quien habla desde tu cabeza, es el que te confunde, el que te hace abandonar, el que te endurece la piel, el que te hace ingrato e injusto. Es el que te hace cobarde. Es el que te hace sentir desarmado y sin valor.

Pero este ser, tan temido y tan incomprendido, trae a nuestras vidas su propio regalo, porque como todo en esta vida Luz y Sombra conviven.

Es el miedo, el que bien procesado, nos da la evolución a la consciencia.

Es la alarma de que algo debe ser trabajado, superado, vencido, comprendido, amado tal cual es. Es tu reto más grande, tus oquedades, tu libertad temida, la verdad de tu misión.

Y así es: El miedo que enfrentas un día, es la valentía del resto de tu vida.

Dios no nos manda nunca sin un ángel, sin momentos de epifanía...y con la promesa de que en algún humilde pesebre de nuestro corazón, el Mesías vuelve a nacer día con día pero siempre en complicidad con el acicate de evolución que te da, también día a día, tu honorable Diablo interior.

Prana Pascual Mejía
Escrito entre el 1 y 2 de octubre de 2006

Imagen: www.davidbarredo.com/.../2007/04/angel_caido.jpg

sábado, 21 de enero de 2006

La semilla de los deseos


La semilla de los deseos

(escrito unos meses antes de empezar a estudiar Kabbalah)


21 enero 2006

Compartiéndo una vez más el oleaje de mi vida, he decidido sentarme a escribir de nuevo. Y aquí voy.

En realidad, el ayuno epistolar no ha sido falta de tema, sino una especie de decisión de hibernación, de guardar el corazón y sus anhelos, de tratar de conformar las ansias, intercambiándolas por el retiro y el silencio.

Navidad, quizás la última con mi abuelita en su edad de la Fe, ese tiempo en que la cita es esperar por Dios. Y lloré. Lloré porque nunca aprendimos a despedirnos, ni ella ni nosotros...no sabemos dejar ir, no sabemos que hacer con el "crack" del corazón, de pensar que es quizás esta es la última vez....y fallas a tu fe con la tristeza.

¿Que será de nosotros en nuestra propia edad de la fe? ¿Qué recordaremos?¿Cual será la belleza que surja de adentro de nuestros ojos cuando ya no sea el mundo quien entre por ellos? ¿Que atesoraremos?

El paso del tiempo en nuestros cuerpos nos va transformando en semillitas una vez más, pequeñitos, a punto de brotar a la nueva vida...¿A donde vas?¿Nos volveremos a encontrar o nuestro adiós será por siempre?...Veo la dificultad de renunciar al cuerpo material, al desprendimiento...nunca nadie nos ha enseñado y lo hemos asumido como nuestra posesión, no cómo una caracola que nos empieza a estrechar y que hay que abandonar en la fe de un bien mayor o por una nueva aventura del ser infinito.


Platicando entonces a mi regreso con mis propias preguntas, revisando conmigo misma lo que importa en mi vida ¿En que creo desde el centro de mi ser...? ¿Con que cristal veo el acontecer? El plazo de este ciclo es finito ¿Qué estoy haciendo con él? Y así detuve la vida, detuve el ruido de los días y el estruendo de las demandas exteriores que me han ofrecido uno de los mejores años de mi vida, pero que también me agotaron robándome horas de sueño y de descanso y bastante de la paz de mi piel que gritaba irritada por detener este motor que parece eterno.

Fue así que asumí vacaciones en casa, romanceando con mi cama y abrazada por el edredón de flores, caminando pausadamente en camiseta hacia la cocina con la sola esperanza del café, con la feliz luz en la ventana y el ruido del tránsito que este día no me esperaba y de horas con renglones vacíos dispuestos al placer de la libertad, enamorada de observar el verde de mis plantas crecer, llenando de esas pequeñas alegrías cada rincón de la ilusión que me dan sus retoños. Elegí vacaciones hacia el encanto de ver la vida pasar, de la cotidianidad de preparar un plato de sopa, de pintar un león para mi cocina (¡¡Nunca sabes cuando necesites quien cuide tu refri!! =) ) De no correr y pensar por largas horas en el plan de ruta y en las semillas de los nuevos deseos, o de las viejas pero rebeldes ideas que tienen sus propias riendas y que son difíciles de domesticar. Y al pincelazo, al corte de las cebollas, los pimientos, las papas, el arreglo de tantos documentos, arreglo de armario, la ropa de mis pensamientos también procuraba ordenarse, de delinear el mapa de los pueblos que encontré en mi interior, para descubrir mi Credo personal:

Creo en la intención del Bien y creo que cualquier diferencia en el gradiente la marca la oscuridad de la ignorancia y la inconsciencia. Creo en las sorpresas, en los giros de la Creatividad superior de El orden divino, lo que no es voluntad sino Providencia. Creo en la posibilidad, que la vida es factible en miles de formas, que "el imposible" es la idea límite que en ocasiones elegimos en nuestra cabeza. Creo en la amistad como el lazo cósmico, lo que nos vuelve a unir en la familia universal.Creo que la belleza y en la armonía de este mundo, que no es un caos sin sentido.Creo en la gran Bendición que es un humano tocando con amor la vida de otro Y no es todo lo que creo porque siempre solemos tener algo de nosotros en la sombra, que no identificamos aún con esa linternita de nuestra consciencia, pero esto que creemos es tan importante, es el filtro en tus ojos que hacen la diferencia entre el horizonte abierto o la vida dentro de la caverna que describe Platón.

Y si, YO CONFIESO: a veces dudo, confieso que a veces temo, confieso que aveces fallo a mi fe, a mi pequeña semilla de mostaza y eso es lo que yo podría denominar mi pecado ¡Pero creo, creo, creo! Y creo que Dios nos sabe perdonar. Porque somos pequeños en historia, porque somos sus niños, porque estamos aprendiendo... Creo en que las semillas de los deseos crecerán, creo en la felicidad, creo que la vida tiene sentido y creo ser afortunada de caminarla. Siempre un nuevo ciclo regala esperanza. Estén las flores de nuestros mejores deseos siempre en nuestra ruta, seamos dignas de ellas, y que cuando llegue el día de emprender nuestro Nuevo Gran Viaje, seamos capaces de decir: GRACIAS DIOS, ESTOY LISTO.

Prana Pascual Mejía

21 de enero de 2006