sábado, 21 de enero de 2006

La semilla de los deseos


La semilla de los deseos

(escrito unos meses antes de empezar a estudiar Kabbalah)


21 enero 2006

Compartiéndo una vez más el oleaje de mi vida, he decidido sentarme a escribir de nuevo. Y aquí voy.

En realidad, el ayuno epistolar no ha sido falta de tema, sino una especie de decisión de hibernación, de guardar el corazón y sus anhelos, de tratar de conformar las ansias, intercambiándolas por el retiro y el silencio.

Navidad, quizás la última con mi abuelita en su edad de la Fe, ese tiempo en que la cita es esperar por Dios. Y lloré. Lloré porque nunca aprendimos a despedirnos, ni ella ni nosotros...no sabemos dejar ir, no sabemos que hacer con el "crack" del corazón, de pensar que es quizás esta es la última vez....y fallas a tu fe con la tristeza.

¿Que será de nosotros en nuestra propia edad de la fe? ¿Qué recordaremos?¿Cual será la belleza que surja de adentro de nuestros ojos cuando ya no sea el mundo quien entre por ellos? ¿Que atesoraremos?

El paso del tiempo en nuestros cuerpos nos va transformando en semillitas una vez más, pequeñitos, a punto de brotar a la nueva vida...¿A donde vas?¿Nos volveremos a encontrar o nuestro adiós será por siempre?...Veo la dificultad de renunciar al cuerpo material, al desprendimiento...nunca nadie nos ha enseñado y lo hemos asumido como nuestra posesión, no cómo una caracola que nos empieza a estrechar y que hay que abandonar en la fe de un bien mayor o por una nueva aventura del ser infinito.


Platicando entonces a mi regreso con mis propias preguntas, revisando conmigo misma lo que importa en mi vida ¿En que creo desde el centro de mi ser...? ¿Con que cristal veo el acontecer? El plazo de este ciclo es finito ¿Qué estoy haciendo con él? Y así detuve la vida, detuve el ruido de los días y el estruendo de las demandas exteriores que me han ofrecido uno de los mejores años de mi vida, pero que también me agotaron robándome horas de sueño y de descanso y bastante de la paz de mi piel que gritaba irritada por detener este motor que parece eterno.

Fue así que asumí vacaciones en casa, romanceando con mi cama y abrazada por el edredón de flores, caminando pausadamente en camiseta hacia la cocina con la sola esperanza del café, con la feliz luz en la ventana y el ruido del tránsito que este día no me esperaba y de horas con renglones vacíos dispuestos al placer de la libertad, enamorada de observar el verde de mis plantas crecer, llenando de esas pequeñas alegrías cada rincón de la ilusión que me dan sus retoños. Elegí vacaciones hacia el encanto de ver la vida pasar, de la cotidianidad de preparar un plato de sopa, de pintar un león para mi cocina (¡¡Nunca sabes cuando necesites quien cuide tu refri!! =) ) De no correr y pensar por largas horas en el plan de ruta y en las semillas de los nuevos deseos, o de las viejas pero rebeldes ideas que tienen sus propias riendas y que son difíciles de domesticar. Y al pincelazo, al corte de las cebollas, los pimientos, las papas, el arreglo de tantos documentos, arreglo de armario, la ropa de mis pensamientos también procuraba ordenarse, de delinear el mapa de los pueblos que encontré en mi interior, para descubrir mi Credo personal:

Creo en la intención del Bien y creo que cualquier diferencia en el gradiente la marca la oscuridad de la ignorancia y la inconsciencia. Creo en las sorpresas, en los giros de la Creatividad superior de El orden divino, lo que no es voluntad sino Providencia. Creo en la posibilidad, que la vida es factible en miles de formas, que "el imposible" es la idea límite que en ocasiones elegimos en nuestra cabeza. Creo en la amistad como el lazo cósmico, lo que nos vuelve a unir en la familia universal.Creo que la belleza y en la armonía de este mundo, que no es un caos sin sentido.Creo en la gran Bendición que es un humano tocando con amor la vida de otro Y no es todo lo que creo porque siempre solemos tener algo de nosotros en la sombra, que no identificamos aún con esa linternita de nuestra consciencia, pero esto que creemos es tan importante, es el filtro en tus ojos que hacen la diferencia entre el horizonte abierto o la vida dentro de la caverna que describe Platón.

Y si, YO CONFIESO: a veces dudo, confieso que a veces temo, confieso que aveces fallo a mi fe, a mi pequeña semilla de mostaza y eso es lo que yo podría denominar mi pecado ¡Pero creo, creo, creo! Y creo que Dios nos sabe perdonar. Porque somos pequeños en historia, porque somos sus niños, porque estamos aprendiendo... Creo en que las semillas de los deseos crecerán, creo en la felicidad, creo que la vida tiene sentido y creo ser afortunada de caminarla. Siempre un nuevo ciclo regala esperanza. Estén las flores de nuestros mejores deseos siempre en nuestra ruta, seamos dignas de ellas, y que cuando llegue el día de emprender nuestro Nuevo Gran Viaje, seamos capaces de decir: GRACIAS DIOS, ESTOY LISTO.

Prana Pascual Mejía

21 de enero de 2006